Pobreza por jefatura y edad (El Financiero 25/04/11) Araceli Damián Lunes, 25 de abril de 2011 La reducción en el tamaño de los hogares es un fenómeno que se dio con gran fuerza durante el siglo pasado. El acceso a métodos anticonceptivos baratos, la elevación del nivel educativo, la disminución en la religiosidad, así como el proceso de urbanización, permitieron que los hogares redujeran su tasa de natalidad. También se observó un aumento en la proporción de hogares encabezados por mujeres (femeninos), lo cual fue posible debido a la mayor libertad que adquirieron éstas al participar más ampliamente en el mercado laboral. Sin embargo, en las zonas rurales los hogares con jefatura femenina responden más a procesos migratorios, que obligan sobre todo a los varones a abandonar sus comunidades de origen para obtener un mejor ingreso para sus familias. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), una cuarta parte de los hogares estaban encabezados por mujeres en 2008, siendo el porcentaje mayor (27.3) en las localidades de cien mil o más habitantes y el más bajo en las rurales (19.8). Cada situación impone retos distintos a las mujeres para alcanzar los niveles de satisfacción que les permitan evitar la pobreza. Por un lado, las que deciden formar su familia de manera independiente enfrentan un ingreso promedio menor que el de los hombres, además de tener mayor escasez de tiempo debido a que se ven obligadas a buscar opciones laborales aun cuando no dispongan de otros adultos que ayuden al cuidado de menores. En el medio rural las mujeres que se quedan al cuidado de los hogares padecen el resquebrajamiento de la familia, además de tener la incertidumbre de si el dinero llegará a tiempo, si es que lo reciben, viéndose obligadas a participar en actividades de muy baja remuneración. A pesar de que las mujeres obtengan menores ingresos (por salarios u otros rubros de ingreso) ello se compensa por el menor tamaño de sus hogares. Por ejemplo, según la ENIGH 2008 en el DF esos hogares tenían en promedio 3.19 personas, mientras que los encabezados por hombres (masculinos) tenían 3.83. A pesar de ello, la diferencia del ingreso por persona al mes era un poco más de 200 pesos (cuatro mil 712 en los femeninos frente a cuatro mil 957 en los masculinos). Por otra parte, aunque el ingreso por persona es en promedio más bajo en los hogares con jefatura femenina, su pobreza es menor que en los de masculina (63.8 y 64.8 por ciento, respectivamente, de acuerdo con el método de medición integrada de la pobreza, MMIP). También la indigencia es menor (15.3 por ciento frente a 17.1). En contraste, el porcentaje de la población de clase alta viviendo en hogares con jefatura masculina es mayor (6 por ciento frente a 4.1 en los de femenina). Más allá del tipo de jefatura, las diferencias más marcadas en la pobreza se observan según la edad. Como se ha reportado a nivel nacional e internacional, la pobreza es más elevada en los niños que en el resto de la población. En el DF también los niños son los que padecen más pobreza. En la población de cero a dos y en la de tres a 11 años de edad la pobreza era de alrededor de 80 por ciento, mientras que para los de 68 años o más era de 52.7 por ciento (ver gráfica). Aunque la pobreza baja en el grupo de edad de 12 a 17 años, lo hace de manera insuficiente, quedando en 72.7 por ciento. La pobreza continúa bajando en los grupos de 18 a 25 y de 26 a 40 años de edad, aunque sigue siendo elevada (66.8 por ciento frente a 62.1). Además su porcentaje se aproxima al promedio del DF (64.6 por ciento). El grupo de 41 a 67 años, junto con el de 68 años o más de edad, son los que padecen con menor intensidad este flagelo (ver gráfica). Sólo 1.3 por ciento de la población de cero a dos años de edad es de clase alta, observándose el mayor porcentaje de población perteneciendo a este estrato entre la que tiene 41 a 67 años de edad (8.4 por ciento). Podemos decir que es literalmente un lujo para los bebés de nuestra ciudad pertenecer a esa clase. Por esta razón urge establecer una política que atienda la pobreza infantil. Ello no implica, por supuesto, eliminar los programas que apoyan a la población de más edad, como el de adultos mayores. Pero tampoco se resuelve con subsidios a las colegiaturas de escuelas privadas, que benefician a los que más tienen. El Colegio de México
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