Ante la crisis, ¿hay oportunidades para México en agricultura orgánica? (El Financiero 08/12/09)
Martes, 8 de diciembre de 2009 Si se es observador, es fácil identificar en los supermercados mexicanos los productos "orgánicos", que se distinguen de los regulares por un precio significativamente más alto; incluso, varias veces superior al producto convencional. Pero, ¿qué justifica esta diferencia tan importante en precio? La agricultura orgánica es una manera de producir alimentos y otros productos sin abonos ni pesticidas sintéticos. Este movimiento empezó al mismo tiempo que la agricultura industrializada, y evolucionó en los años cincuenta y sesenta con el lanzamiento de libros como Una primavera silenciosa, de Rachel Carson, el cual denunciaba los efectos tóxicos bioacumulativos de los pesticidas. Durante la década de los setenta, el desarrollo del mercado orgánico fue estimulado por el interés de los consumidores en la salud y en la nutrición, así como por el deseo de preservar el medio ambiente. Más recientemente, el movimiento orgánico ha tomado nuevos ímpetus a raíz de crisis como la de las vacas locas y las controversias con los alimentos transgénicos. Para que un producto lleve la etiqueta de orgánico, una organización reconocida debe certificar que ha sido elaborado de acuerdo con normas específicas. Estas normas han venido evolucionando con el tiempo y, actualmente, se busca su armonización para aumentar el comercio orgánico, respetando al mismo tiempo las variaciones regionales legítimas y disminuyendo los costos de certificación y acreditación. La superficie mundial cultivable para esta modalidad alimentaria creció 20 por ciento anual en la última década; y cerca de 140 países han adoptado esta elaboración. El mercado de productos orgánicos está creciendo no sólo en Europa y Norteamérica, que representan 97 por ciento del consumo mundial, sino también en países en desarrollo. Para 2020, se cree que la agricultura mundial podría ser fundamentalmente orgánica. En México, la agricultura orgánica ha demostrado ser una alternativa promisoria para el campo mexicano, pues permite la conservación y el mejoramiento de los recursos naturales, la obtención de mayores ingresos para los productores y el rescate del conocimiento indígena y de las prácticas tradicionales. La Finca Irlanda, ubicada en el estado de Chiapas, obtuvo su primera certificación en 1967. Con la promulgación de la Ley de Productos Orgánicos, en 2006, se buscó promover formas alternativas de ingresos y generación de empleos, así como la conservación de los recursos naturales y la producción de alimentos más sanos. Sin embargo, su eficacia dependerá de futuras estructuras legales que le permitan equipararse con las legislaciones de nuestros principales socios comerciales. En 2008, los estados con mayor superficie dedicada a este tipo de cultivo fueron Chiapas, Oaxaca y Michoacán. A esa fecha, se cultivaban en nuestro país más de 40 especies diferentes de productos orgánicos, siendo los más importantes: el café, el maíz y el ajonjolí. Entre un 80 por ciento y un 90 de la producción orgánica mexicana se exportaba a Europa, Estados Unidos y Canadá. Hoy en día, existen en México dos tipos básicos de productores orgánicos: el 98 por ciento son cooperativas de baja producción, que generan 70 por ciento de las divisas derivadas del sector; mientras que el resto son empresas productoras de gran escala. México puede granjearse una posición en el mercado mundial de productos orgánicos basándose en aquellos que, por cuestiones climáticas, escasean en ciertos periodos en los países de alta demanda, así como en los productos que requieren de mucha mano de obra. Las mejores perspectivas para los productores mexicanos están, por consiguiente, en los productos tropicales que no pueden producir los países desarrollados: café, mango, plátano, aguacate, cacao, jamaica, cítricos, papaya, coco y fruto exóticos. Sin embargo, la falta de apoyo del gobierno, que se enfoca en la agricultura convencional, la escasa investigación y desarrollo en el sector, la ausencia de instituciones de asesoría, y la dependencia de compañías extranjeras para la comercialización del producto, dificultan el desarrollo de la agricultura orgánica en México. Por otra parte, el mercado interno consume menos del 5 por ciento de la producción nacional. Esto se debe al alto precio de los productos orgánicos, al desconocimiento sobre ellos y a la falta de disponibilidad de los mismos en los mercados tradicionales. Evidentemente, existen oportunidades para los productores mexicanos en la agricultura orgánica. ¿Seremos capaces de aprovechar nuestras ventajas y experiencia para lograr un posicionamiento de alta competitividad en este interesante y creciente sector de la economía mundial? ¿Tendremos la visión de desarrollar el mercado interno, a fin de impulsar el sector y proveer a nuestros hijos de alimentos más sanos? MBA René Díaz Pichardo, candidato a doctor en administración por la EGADE y asistente de investigación en la Aceleradora de Negocios de Base Tecnológica de la EGADE, Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey.
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MSC Juan Arriaga Múzquiz, profesor de la EGADE, consultor e investigador en la Aceleradora de Negocios de Base Tecnológica de la EGADE, Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey.
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