Pobreza en EU (El Financiero 04/10/10) Araceli Damián* Lunes, 4 de octubre de 2010 El Bureau del Censo de Estados Unidos reportó que en agosto de 2009 la pobreza en ese país había aumentado como consecuencia de la crisis financiera global, alcanzando a 42.6 millones de personas, siendo ésta la cifra más elevada desde 1959, primer año con datos disponibles, cuando su número fue de 39.5 millones. Si bien en términos relativos la pobreza representa 14.3 por ciento del total de la población en 2009 frente a 22.4 por ciento en 1959, ésta se ubica en los niveles más elevados observados desde principios de los años setenta (ver gráfica anexa). Además, el incremento observado entre 2008 y 2009 es muy similar a los que se tuvieron en los peores momentos de la crisis de los setenta. Como se recordará, en esa década el crecimiento económico de los países ricos se vio afectado negativamente por el alza en los precios del petróleo. Esta situación contribuyó a justificar una serie de reformas que mermaron los beneficios de la clase trabajadora y de la población en general. Aun cuando se suponía que tales reformas ayudarían al dinamismo económico, lo cierto es que la crisis se prolongó hasta los años ochenta, y con ello la pobreza en Estados Unidos se elevó de 11.1 por ciento en 1973 a 15.3 en 1983 (ver gráfica). Desde entonces los porcentajes de pobreza han fluctuado entre 11 y 15 por ciento del total de la población, observándose otra fuerte elevación a finales de los ochenta y principios de los noventa. Podemos decir, entonces, que a ese país le tomó casi tres décadas para reducir la pobreza a un nivel similar al de 1973, ya que fue hasta 2000 que se ubicó en 11.3 por ciento, y desde entonces la tendencia ha sido al alza. Los datos parecen presentar a una sociedad estadounidense que ha aceptado como "normal" esos niveles de carencia. La sociedad de la opulencia (como llamara J. K. Galbraith al EU de la posguerra) no espera más de su Estado benefactor y de su economía. El conformismo de la sociedad estadounidense ante la existencia de un porcentaje importante de pobres fue documentado ya por Michel Harrington a inicios de los sesenta (La cultura de la pobreza en los EU, Colección Popular, Fondo de Cultura Económica). Para él, la sociedad entonces pensaba que "los problemas de la nación no eran ya cuestión de necesidades humanas básicas como alimento, habitación y vestimenta, sino que se consideraban cualitativos, es decir, cuestión de cómo aprender a vivir decentemente en medio del lujo". Sin embargo, las constantes crisis ponen de manifiesto la verdadera fragilidad en que descansa el bienestar de la población de ese país. Aunque el libro de Harrington ponía en tela de juicio la idea de que el crecimiento económico y la opulencia eran suficientes para asegurar una vida plena a todos los integrantes de la sociedad, la condición de vida de los estadounidenses pobres no se ha modificado sustancialmente desde entonces. Para el autor, éstos vivían mutilados en cuerpo y espíritu, existiendo en planos que están por debajo de lo que necesita la decencia humana. Harrington suponía que una de las causas por las que la sociedad estadounidense era incapaz de reconocer el grado de pobreza en que muchos vivían era porque los integrantes de las clases medias y altas no solían transitar por las calles donde habitan los pobres. Por otro lado hizo notar que la producción en masa había posibilitado que EU poseyera "el pobrerío mejor vestido que el mundo haya conocido jamás"; por tanto resultaba "más fácil andar decentemente vestido que alojarse, alimentarse o recibir servicio médico decente". Aunque ahora la sociedad está más consciente de la existencia de esa pobreza, se ha tornado más individualista e indiferente ante ésta. Prueba de ello es el bloqueo desde la reforma de salud, y aun cuando logró pasar con modificaciones, los nuevos datos del Bureau muestran que el número de personas que no tienen acceso a un seguro de salud aumentó de 46.3 millones en 2008 a 50.7 millones en 2009. Harrington escribió su libro cuando la sociedad estadounidense iba en ascenso, pero ahora es difícil saber si la pobreza volverá a niveles más bajos dada la fragilidad de la economía mundial y la tendencia a reducir aún más los beneficios hacia la clase trabajadora. De igual forma, el desempleo no cede (está cercano a 10 por ciento) y la desigualdad es mayor ahora que antes de la crisis. * El Colegio de México
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