Sobre desigualdad (El Financiero 22/11/10) Araceli Damián* Lunes, 22 de noviembre de 2010 La desigualdad entre ricos y pobres sigue siendo casi tan lacerante como cuando se desató la Revolución Mexicana hace cien años. Además, durante los últimos 30 años los gobiernos han sido serviles frente a los poderes fácticos nacionales e internacionales, exacerbando las carencias de una población que no tiene forma de demandar de manera efectiva una transformación. Desde sus orígenes, México ha padecido un tortuoso, lento y en muchas ocasiones fallido desarrollo económico, como lo muestra el libro Sobre desigualdad en México (UNAM, 2010), de Carlos Tello, en el cual se analizan las condiciones sociales y políticas que han provocado la profundización y mantenimiento de las desigualdades a lo largo de la historia del país. La pertinencia de una revisión histórico-económica de esta naturaleza queda plasmada a lo largo de toda la obra. Por ejemplo, en la sección titulada "México en su bicentenario y centenario", Tello presenta cómo durante los 200 años de vida independiente la posición relativa de la economía de México frente a la de las grandes potencias y países vecinos latinoamericanos ha empeorado. Mientras que en 1820, a tan sólo diez años de la Independencia, el PIB por persona en el país representaba 69.4 por ciento del de Estados Unidos, para 2006 este porcentaje había bajado a 25, más que duplicándose la distancia entre ambos países. También muestra cómo, a pesar de que durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y hasta antes de la crisis de los ochenta, la situación de México había mejorado considerablemente, la era neoliberal trajo consigo un retroceso, que se muestra por la ampliación de la diferencia del PIB per cápita de México frente al de Estados Unidos, que aumentó en 10 puntos porcentuales entre 1981 y 2006. Tello pone en perspectiva la trascendencia de los antecedentes históricos que explican el actual letargo. Parte de la Conquista y la Colonia (capítulo 1), donde examina la inoperancia de un sistema colonial que se monta sobre la desigualdad ya existente en el México indígena. En su ansia de extraer riquezas, los conquistadores exacerban la desigualdad. La explotación de recursos naturales y de la población indígena sirve a una burguesía española naciente caracterizada por un consumo suntuario y a los intereses de la Corona Española. Tello asegura que después de la Independencia (capítulo II) el Estado mexicano nació quebrado, situación que se vuelve más compleja debido a su falta de vínculos internacionales que lo apoyaran. Sin dinero, y sin crédito, los nuevos gobiernos que se sucedieron no podían hacer frente a las responsabilidades que se asumían con la independencia. Una herencia de tres siglos de rapiña y la desaparición de una administración centralizada colonial impuso serios retos para la recaudación de recursos en el nuevo territorio independiente. A esto se suma la destrucción de las bases materiales de la producción provocada por el conflicto armado, que deja a México sin posibilidades de crecimiento. De acuerdo con Tello, el PIB per cápita se contrajo durante los primeros 60 años de vida independiente. En el periodo de la Reforma se promulgan importantes leyes como la de los derechos individuales, de propiedad y el Estado laico. Pero también aquí los intelectuales liberales supusieron, como ahora lo hacen los neoliberales, que la pobreza y el progreso se alcanzan mediante el goteo hacia abajo, visión que actualmente tiene al pueblo de México sumido en la pobreza. En el porfiriato la explotación al trabajo se asemejaba a la actual. Los salarios reales cayeron, los trabajadores eran sobreexplotados en fábricas y haciendas, tenían largas jornadas de trabajo (de seis de la mañana a nueve de la noche), además de que eran sometidos a la explotación desde muy tempranas edades. Con la Revolución de 1910 (capítulo III) se abría una nueva posibilidad de desarrollo social. Se inicia un periodo de restitución de tierras, la Constitución del 17 establece los derechos sociales: de los campesinos a las tierras y de los trabajadores a mejores condiciones laborales. Se crean nuevas instituciones (campañas de alfabetización, seguro voluntario, primeros centros de asistencia pública) y con ello se inicia la política social. Pero volvemos a encontrar el círculo perverso de la lucha armada, la llegada al poder y cómo los líderes se corrompen una vez que son proclamados vencedores. El proceso redistributivo llega a su fin con Calles y líderes revolucionarios se convierten en los nuevos hacendado y latifundistas, y aunque durante el sexenio de Cárdenas se sentaron las bases para el desarrollo económico y social que experimentó México entre 1940 y 1982, el periodo se caracterizó por una creciente desigualdad (capítulo IV). Como afirma Tello, el empresariado nacional, acostumbrado a gozar de enormes privilegios, terminó comiéndose la gallina de los huevos de oro, lo que se agudizó con la crisis de 1982. Lo anterior fue aparejado con una desmoralización progresiva del aparto político, en el que se abandonaron los escrúpulos, cundió el cinismo y se dio una lucha de poder sin freno. Situación que seguimos padeciendo. Los invito a leer esta obra que nos ayuda a entender la frustrante situación social en que vivimos, caracterizada por un marasmo económico, con un poder despótico y una violencia como nunca antes institucionalizada. El libro contiene, además, luces sobre opciones de lo que nuestra nación requiere para crecer y ser más justa, menos desigual y sin pobreza.
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