Ingreso y tiempo (El Financiero 10/10/11) Araceli Damián Lunes, 10 de octubre de 2011 La pobreza es resultado de la apropiación diferenciada de recursos entre distintas clases sociales. Pero el ingreso no es el único recurso con que los hogares satisfacen sus necesidades, pues también el tiempo juega un papel importante, el cual suele minimizarse aun cuando su carencia determina la condición de vida de la población. El sentido común hace suponer que todos experimentamos,en algún momento de nuestras vidas, una carencia de tiempo indistintamente de nuestra condición socioeconómica. Pero mientras que para la clase alta esta carencia puede ser resultado de su elección, para quienes son pobres por ingreso, su pobreza de tiempo está determinada por su necesidad de trabajar largas jornadas laborales o de realizar extenuantes faenas domésticas. El tema lo he discutido con anterioridad, y en esta ocasión quiero referirme al trabajo de Irwin Garfinkel y Robert Haveman ("Earning Capacity, Economic Status and Poverty", The Journal of Human Resources, Vol. XII, núm. 1, The University of Wisconsin Press, 1977), quienes elaboraron un índice para calcular la "capacidad de los hogares para generar ingreso". El índice depende del número de horas-adulto disponibles en el hogar y de la tasa salarial que potencialmente podrían recibir, según sus características sociodemográficas (raza, edad, sexo, educación, estatus marital, experiencia laboral y lugar de residencia). Tenían como principal preocupación identificar a los hogares que trabajan menos horas de las que tienen disponibles, ya que, según ellos, los programas de transferencia monetarias a los pobres motivan este comportamiento. Asumen que los hogares que reciben este tipo de ayudas no traban más horas, ya que dejarían de ser elegibles para el apoyo gubernamental, "prefiriendo" vivir en la pobreza y seguir recibiendo el apoyo, antes de trabajar un mayor número de horas. Para identificar a los pobres "no merecedores" calculan el ingreso "potencial", no real del hogar. Este ingreso depende de la tasa salarial que potencialmente podrían recibir de acuerdo con sus características demográficas, más los intereses, dividendos, rentas, manutención y otros ingresos misceláneos distintos de las transferencias gubernamentales de los hogares. Garfinkel y Haveman suponen que el jefe o jefa del hogar y, en su caso, el cónyuge, pueden dedicar tiempo completo (ocho horas diarias) al trabajo remunerado a lo largo de todo el año, con dos semanas de vacaciones. Dado que reconocen que la realidad no funciona de esta manera para todos, proponen que a la capacidad de generar ingreso se le deduzca un número de semanas "no laborales" de acuerdo con la probabilidad de que los adultos del hogar puedan sufrir periodos de desempleo o de alguna enfermedad. Consideran como "costo" el tiempo que los miembros del hogar dedican a otras actividades (trabajo doméstico, estudios, etcétera), ya que disminuye sus posibilidades de participar en el mercado laboral, pero a la única que le atribuyen una merma real de la capacidad para generar ingreso es al cuidado de menores de hasta 14 años de edad. En consecuencia, al ingreso que los adultos podrían generar, le restan el costo de los servicios de cuidado por cada menor cuando están presentes en el hogar, o bien, a la capacidad del tiempo que podrían dedicar a generar ingreso le descuentan las horas para el cuidado de los menores. Garfinkel y Haveman no presentan un resultado de pobreza alternativo al oficial en Estados Unidos (método que se basa únicamente en el ingreso de los hogares), sino que toman como parámetro el porcentaje de población que resulta de éste (11 por ciento en 1973) y observan cómo cambia la composición social al aplicar su método. Por ejemplo, mientras que al usar el método oficial 30.8 por ciento del total de pobres vivía en hogares con jefe afroamericano, al aplicar su método el porcentaje aumenta a 38.3. También crece el porcentaje de personas viviendo en hogares con jefe cuya edad es de 22 a 40 años de 39.7 a 51 por ciento, mientras se reduce el de los que viven en hogares que tiene jefes de 65 años o más de edad de 20.9 a 13 por ciento. En los ejemplos donde la pobreza aumenta se debe sobre todo al reconocimiento implícito que hacen del mayor requerimiento de recursos (ingreso-tiempo) para hogares donde el número de hijos es mayor. De esta forma, de manera indirecta muestran que la escasez de tiempo para cuidado de menores tiene efecto directo en el bienestar de los hogares que no se capta en las medidas de ingreso comúnmente utilizadas. Pero otra de las conclusiones importantes que deriva del trabajo es que los hogares dedican menos tiempo del necesario al cuidando y formación de los menores, ya que una proporción importante no resulta pobre cuando este fenómeno se mide sólo con el ingreso. Ese universo representa a todos esos hogares en los que se da prioridad al trabajo remunerado para alcanzar un nivel de ingreso que los ubique por arriba del umbral de pobreza, sin importar las consecuencias sobre el cuidado y atención de los menores. No debe sorprender, entonces, por qué la sociedad se vuelve cada día más violenta. El Colegio de México www.aracelidamiang.org
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