El modelo europeo está agotándose (El Financiero 11/11/11) Carlos Alberto Martínez Viernes, 11 de noviembre de 2011 En las últimas semanas, y en particular la que termina, hemos visto episodios de alta volatilidad en los mercados financieros, originada por las convulsiones en la zona euro. Durante unos meses, el mundo financiero ha estado en zozobra por Grecia, que tiene el abultado déficit de 350 mil millones de euros. Cuando parecía que en el país helénico todo comenzaba a resolverse, aparece Italia en escena y provoca la incertidumbre y volatilidad. Pero, cómo no lo va a hacer si Italia es la economía número tres de la zona euro -no se cuenta a Inglaterra, que está en Europa pero no pertenece a la moneda común. La aparición en escena de Italia sorprendió a todos, ya que se esperaba el debut de Portugal y España, que no debemos de perder de vista. Se anticipaba que primero caerían estos países, con la esperanza de que los tres grandes de la zona -Francia, Alemania e Italia- no lo hicieran nunca, ya que de hacerlo estaríamos no sólo frente a la desaparición del euro, como intento fallido de convertirse en una moneda de referencia que le hiciera contrapeso al dólar, y eventualmente al yuan chino, cuando éste haga su aparición al salir del ostracismo en el que se encuentra, sino al cataclismo financiero del capitalismo moderno. Mientras esperamos a España y Portugal, los italianos intranquilizan a los mercados y la recuperación de la economía mundial sigue comprometida. EU inició la recesión de hace dos años, pero su salida está siendo impedida por Europa. ¿Qué podrá hacer el mundo si las llamadas naciones desarrolladas son las que provocan las crisis? Con anterioridad, los países subdesarrollados armaban la fiesta financiera y siempre había la certeza de que llegarían los grandes buques a salvar al mundo, hoy nadie sabe quién podrá parar la situación de incertidumbre que no cesa. El modelo denominado wealthfare state, mediante el cual el Estado promueve bienestar y beneficios a sus gobernados, y que ha sido la base para la configuración de los modelos económicos de muchos de los países de Europa, ha llegado a su fin. Por décadas, los europeos han venido acumulando una enorme cantidad de beneficios por parte de sus gobiernos, los cuales ya no alcanzan para pagar. En estos países, es cierto, todos los ciudadanos pagan sus impuestos, pero reciben por parte del gobierno una enorme cantidad de beneficios, que ya no alcanzan para pagar. En esta lógica es difícil que algún gobernante europeo se atreva a reducir esta cantidad de beneficios, ya que el costo político-electoral de hacerlo sería devastador. Baste recordar qué pasó cuando en Francia, por ejemplo, los gobernantes propusieron ampliar las horas laborables a la semana, simplemente ardió París. Los incendios de automóviles y saqueos son las imágenes de la Ciudad Luz. ¿Por qué trabajar más si ya el Estado francés tiene acostumbrada a su gente a darle mucho por poco trabajo? Si hablamos de aumentar impuestos, simplemente sería impensable. Las capitales europeas desaparecerían de la geografía en manos de ciudadanos reclamando quedarse en el status quo. Pagar sí, por su puesto y todos, pero recibir mucho, mucho más de por lo que se paga. ¿Cómo perder el seguro de desempleo, el que tanto a los padres como a las madres se les otorgue a la par cuarentena por tener un bebé, y tantos otros privilegios que se han alcanzado con los años? El tema no es trivial. Europa la tiene muy difícil, y con ella todos. Si a lo anterior se le suma el enorme gasto militar que estos países tienen por estar metidos hasta el cuello con su socio de América del Norte en todos los conflictos y guerras mundiales, pues la factura es enorme. El gran error de la zona euro fue tener una sola política monetaria para todos los países, y dejar a la política fiscal al arbitrio de cada una de las naciones. Lo monetario, es decir, una moneda común, el circulante, las tasas de interés, el tipo de cambio y demás temas de la materia se manejan bajo una autoridad única. Sin embargo, lo fiscal o, lo que es igual, los impuestos y el gasto del gobierno se deciden por cada nación, y allí está el problema. A lo largo de los últimos años las naciones europeas han gastado más de lo que reciben y ahora ha llegado el momento de hacer las cuentas, y éstas no salen. No obstante, como lo fiscal está ligado a lo político-electoral, la solución se antoja complicada. En Europa o aumentan impuestos o suprimen privilegios, o siguen endeudándose pateando la pelota hasta que truene la situación de una manera peor. Habrá que ver qué hacen los líderes de esos países, sobre todo porque las dos primeras opciones les costarían, además de la belleza de sus capitales destruidas por manifestaciones infernales, permanecer en el poder, ése que nadie quiere dejar. La última ya no es opción, porque el mercado ya descubrió la debilidad y no va a permitir más tiempo. La zona euro va a dar mucho de qué hablar y dará muchos dolores de cabeza en los siguientes meses, con el costo que todos tendremos que pagar. Investigador. Profesor del Tec de Monterrey y de las universidades Panamericana e Iberoamericana
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