Programas sociales como medio para lucrar con el ciudadano (El Financiero 25/05/12) Carlos Alberto Martínez Viernes, 25 de mayo de 2012 A lo largo de la historia política y social de México, se ha acumulado una muy importante cantidad de programas sociales y asistencialistas como parte del proyecto económico de los diversos gobiernos que han existido. Esta acumulación de programas encuentra su origen en dos pilares: Por un lado, las enormes necesidades y carencias que ancestralmente se han sumado a la lacerante realidad del país. Por el otro, la muy mala costumbre que la política mexicana tiene en su conjunto de justificarse día a día, entregando algo material a la sociedad. En efecto, pocos han sido los episodios en los que el país ha crecido lo suficiente como para abatir el rezago que se tiene desde que somos una nación independiente y, sobre todo, para combatir la pobreza que a todos lastima y que, entre otras cosas, tiene a 14 millones de indígenas fuera de todos los procesos, tanto económico-productivos como sociales, jurídicos y políticos. Al mismo tiempo, la clase política de todos los partidos siente que dar a los ciudadanos programas, dádivas o cosas en especie es mejor que dejar de ser corruptos o proporcionar seguridad a sus bienes o personas. En esta lógica perversa, vemos cómo día a día el gobierno y los candidatos para todos los niveles ofrecen becas, seguros médicos, casas, uniformes escolares, despensas, desayunos y hasta bandas musicales en lugar de ofrecer un buen gobierno basado en la falta de corrupción, honradez y la aplicación de un eficaz Estado de derecho. La suma de dinero que podría costar todo lo que se ofrece día a día, más lo que ya se tiene acumulado por décadas, da pavor. Cuánto podría costar la creación de nuevas instituciones, mantener el combate contra la inseguridad, los apoyos para mayores de edad y madres solteras; las becas para los niños, libros y uniformes escolares; infraestructura, hospitales y medicinas; fortalecer los tribunales y las cortes; el cuidado ecológico y decenas de cosas, programas y promesas. Hay que esperar que los recursos para lograr estas enormes cantidades de promesas no vengan del cobro de impuestos a los mismos de siempre, o bien que al final del día se queden en simples promesas de campaña. El porqué en estos momentos de campaña y de cierre de gobierno todos los involucrados están ansiosos por quedar bien con la gente. La respuesta se entiende. El gobierno, que está en el ocaso, está desesperado entregando obras y justificando lo que hizo a lo largo de casi seis años y con ello de paso, si puede, darle una mano a su partido, ¿por qué no? Los candidatos, en la natural búsqueda de votos, ofrecen todo lo que pueda impactar al electorado para que confíen en ellos y les den su voto, y con ello puedan gobernar a partir de fin de año. Estos hechos son justificables y perfectamente entendibles, no hay sorpresa. Lo que sí sorprende, y francamente hiere, es el uso y abuso de la ignorancia de la mayoría de los mexicanos, quienes en su calidad de desespero por su condición de pobreza y marginación, además de laxitud en sus niveles de educación, son vilmente manipulados por los partidos políticos para asustarlos con el fantasma de que si gana uno u otro candidato los programas asistencialistas serían cancelados. Hay cientos de noticias documentadas en las que ciudadanos, sobre todo en calidad de pobreza y bajos niveles de educación, comentan que miembros de Acción Nacional, que gobierna a nivel federal, les dicen que si este partido pierde las elecciones los programas sociales, como Oportunidades y Procampo, serán cancelados, lo que provoca un gran desconcierto entre la población. Esta vileza, además de la baja calidad de la competencia política, demuestra uno de los tantos mitos que tiene el andamiaje interminable de programas asistencialistas en México, ésos que algún día no habrá para pagar. El ejemplo de ello es que ambos programas no fueron creados por el partido en el gobierno. El primero de ellos encuentra su origen en el llamado programa Solidaridad, creado por el gobierno del Partido Acción Nacional de 1988-1994, y que en los subsecuentes gobiernos, uno priista y efectivamente dos panistas, se ha ido perfeccionando y ampliando hasta donde se encuentra ahora. El segundo de ellos fue igualmente creado por un gobierno del PRI, el de 1994-2000, y que también se ha ido manteniendo y mejorando por gobiernos del PAN. Pero el drama no termina allí. En las elecciones del Distrito Federal ocurre lo mismo cuando el partido en el poder dice a los ciudadanos que de perder el gobierno los programas sociales de la capital se cancelarían. Lucrar con la necesidad y desespero de la gente no sólo refleja la bajeza de muchos políticos, sino la pobreza de nuestra democracia y el imperdonable uso de la mayoría del electorado mexicano. Investigador. Profesor del Tec de Monterrey y de las universidades Panamericana e Iberoamericana
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