Trabajo, mujeres y pobreza (El Financiero 31/05/10) Araceli Damián Lunes, 31 de mayo de 2010 Los vertiginosos cambios y el proceso de modernización que se dio en el siglo pasado modificaron las pautas demográficas en términos de las características de los hogares, la estructura de edades de sus miembros y los niveles de participación laboral, sobre todo de las mujeres. El control natal y el aumento en los niveles educativos de hombres y mujeres en México explican la reducción del tamaño de los hogares. Como se observa en el cuadro anexo, partiendo de 1977 éste se redujo notablemente en comparación con 2008, ya que pasa de 5.5 a cuatro personas por hogar. Cabe mencionar que la tendencia a la baja se desaceleró en lo que va del presente siglo. De igual forma tenemos que el porcentaje de menores de 12 años de edad en el hogar se redujo de 36.6 a 23.4 por ciento, lo que pudo favorecer la incorporación femenina al mercado laboral. Si bien en la ENIGH (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares) de 1977 no hay información de la tasa de participación por sexo (personas ocupadas y desempleadas, con relación al total de la que tiene 12 años o más en el hogar), de acuerdo con la Encuesta Continua Sobre Ocupación de 1979, las mujeres tenían una tasa de participación laboral de 21.5 por ciento. Si tomamos la cifra anterior observamos que la tasa de ocupación femenina se incrementó a 26.7 por ciento para 1989. Según la ENIGH, a pesar de los drásticos cambios en la estructura y tamaño de los hogares, la participación femenina no aumentó de manera importante en la década de los ochenta. El escaso aumento de la participación de las mujeres en el mercado laboral durante esa década pudo deberse a los efectos negativos de la crisis de la deuda, como lo he documentado con anterioridad (ver Cargando el ajuste, los pobres y el mercado de trabajo en México, El Colegio de México, 2002). Fue durante la década de los noventa que se observó el mayor crecimiento de la tasa de participación femenina, ya que en 2000 llegó a 36.6 por ciento, es decir casi 10 puntos porcentuales con respecto a 1989. La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo pudo deberse a la ampliación en los empleos de fácil acceso para éstas, como los de servicios y comercio, ramas de actividad en las que se generó el mayor número de puestos de trabajo durante esa década. Al parecer el ritmo de crecimiento de la tasa femenina se desaceleró durante la presenta década, ya que se elevó un poco menos de 6 puntos porcentuales para 2008, llegando a 42 por ciento (ver cuadro). Aun así, considerando el periodo 1989-2008 observamos que la participación femenina aumenta casi 20 puntos porcentuales, es decir cerca de 60 por ciento. Por tanto, mientras que en 1989 menos de tres mujeres de cada diez participaban laboralmente, ahora lo hacen cuatro de cada diez. En cambio, la tasa de participación masculina no crece tanto como la femenina, ya que su nivel era elevado desde finales de los setenta (71.3 por ciento, según la ECSO, 1979), y si bien crece durante los noventa (de 71.6 por ciento en 1989 a 75.7 en 2000), se estanca en el presente siglo (75.5). Por tanto, mientras que las mujeres contribuyen cada vez más con trabajo "productivo", la participación de los hombres se ha mantenido casi constante. Como resultado de la mayor incorporación de trabajadores al mercado laboral, sobre todo mujeres, la tasa global de participación se elevó un poco más de 12 puntos porcentuales entre 1977 y 2008; sin embargo, el nivel de vida en los hogares no mejoró sustancialmente. La única serie de datos de pobreza que cubre este periodo es de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que muestra que la pobreza en nuestro país bajó sólo 5 puntos porcentuales durante este lapso (39.5 por ciento en 1977 frente a 34.8 en 2008). Cabe aclarar que en 2000 el organismo reportaba un porcentaje mayor de pobreza que en 1977 (41.1 por ciento). Si bien la pobreza aparece más baja en fechas recientes, el organismo manifestó serias dudas sobre la confiabilidad de la ENIGH, sobre todo en el periodo foxista, en el que se dio una reducción espectacular de la pobreza sin crecimiento económico. Por otro lado, como hemos documentado, esta baja tampoco es explicada por el dinero que reciben los hogares de programas sociales o por remesas, como ha intentado hacer creer el gobierno federal. Queda claro que el mayor esfuerzo laboral desplegado por los hogares ha sido insuficiente para contrarrestar la caída de los salarios, lo que finalmente determina el nivel de pobreza. El Colegio de México
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