Intereses financieros y crisis (El Financiero 19/01/09)

Intereses financieros y crisis (El Financiero 19/01/09)

Araceli Damián*

Lunes, 19 de enero de 2009

El historiador Eric Hobsbawm (Age of extremes. The short twentieth century, 1914-1991, Abacus 1995, Londres) explica que desde la crisis de 1973 las instituciones aceptadas con anterioridad (como la planeación estatal) se deterioraron y los gobiernos de los países reaccionaron con medidas radicales, basadas en la teología del libre mercado irrestricto, rechazando así las políticas que sirvieron a la economía mundial en sus años dorados de la segunda posguerra.

 

El cambio de política no tuvo los efectos positivos esperados, y desde entonces vivimos en constantes crisis económicas: 1979, 1982, 1987, 2000-2001 y la actual, cuyos síntomas empezaron a manifestarse en 2007, según diversos analistas económicos.

 

La ineficacia de tales cambios puede deberse a los fundamentos teóricos de libre mercado sobre los que se fundaron las nuevas políticas.

 

El propio Hobsbawm afirmaba con sorpresa: "los que vivimos los años de la Gran Recesión (de 1929 y los años treinta) seguimos encontrando casi imposible entender cómo las ortodoxias del libre mercado puro, para entonces tan desacreditadas, una vez más vinieron a presidir durante los últimos años de los ochenta (y principios de los noventa) una depresión global, la cual, una vez más, fueron igualmente incapaces de entender y enfrentar" (p. 103).

 

Arturo Guillén ("Crisis inmobiliaria y la recesión global", ponencia presentada en el coloquio América Latina: Escenarios del Nuevo Siglo, Buenos Aires, octubre, 2008) enumera las principales transformaciones que los segmentos más poderosos del capital y los gobiernos impulsaron para tratar de hacer frente a los problemas de valorización del capital desde la crisis de los setenta:

 

- Una gran ofensiva del capital contra el trabajo ("flexibilidad" laboral, desmantelamiento de la seguridad social y de los sistemas de bienestar, intensificación del trabajo, etcétera).

 

- Apertura y desregulación de los mercados de bienes y financieros.

 

- Un "régimen de acumulación con dominación financiera" o "financiarización", en el cual las finanzas impusieron su lógica de operación al conjunto del sistema.

 

En su excelente trabajo, Guillén hace un minucioso recuento de algunos de los procesos de cambio que se operaron en los sistemas financieros y que desembocaron en la actual crisis económica.

 

Para este autor, la financiarización de la economía está en el corazón de la actual crisis. En la sección de antecedentes explica que la expansión que la economía mundial experimentó en los noventa (gracias a la revolución de las telecomunicaciones, la mayor globalización, etcétera) y que concluyó en 2000 con una crisis financiera en la mayoría de los países del mundo y condujo a la recesión en Estados Unidos (2001-2002), pudo ser superada por el boom inmobiliario (el valor de los inmuebles en Estados Unidos subió 93 por ciento entre 1997 y 2006).

 

Guillén señala que la burbuja de la nueva economía fue sustituida por la burbuja inmobiliaria. El trabajo explica cómo se fue gestando la burbuja financiera, hasta que el mercado inmobiliario se saturó, aumentó estrepitosamente la cartera vencida y, dada la bursatilización hipotecaria, agentes financieros diversos (bancos, intermediarios no bancarios, aseguradoras, etcétera) se vieron envueltos en una crisis sistémica.

 

Ante la magnitud de la crisis actual, todos aquellos que hemos vivido las constantes crisis desde los años setenta, podríamos decir como Hobsbawm, que seguimos sin entender cómo es que los mismos individuos que fueron incapaces de entender y manejar las crisis desde entonces siguen decidiendo el destino económico mundial.

 

Pero no sólo eso. Parece ser que todo seguirá funcionando bajo principios muy similares, si tomamos en cuenta eventos tales como el nombramiento de Guillermo Ortiz como presidente del Banco de Pagos Internacionales de Basilea.

 

Al parecer, Hobsbawm tiene razón: una de las características de la historia es la increíblemente corta memoria de teóricos y conductores del destino de la economía.

 

Para reforzar esta idea cito al filósofo Bertrand Russell (In praise of idleness, Routledge, 2004, primera ed. 1935), quien desde los años treinta aseguraba:

 

"En todo el mundo, no sólo en Gran Bretaña, en años recientes los intereses financieros se han opuesto a los del público en general. Este estado de cosas no parece que cambiará por sí solo. Una sociedad moderna no podrá ser próspera si sus problemas financieros son conducidos únicamente por los intereses de los banqueros y sin considerar sus efectos en el resto de la población. La razón por la cual el mundo ha sido llevado a tal desfiladero, es por el excesivo poder financiero."

 

Russell también aseguraba que "en cualquier lugar en el que pocos tengan el poder sobre muchos, los primeros se auxilian por algunas supersticiones que dominan a los segundos".

 

En su tiempo se creía que los países tenían que contar con reservas de oro para poder tener éxito económico; ahora son los caprichos del capital financiero los que son pregonados como una necesidad para que el sistema siga funcionando.

 

Bertrand Russell remata sus ideas diciendo: "Esta condición de tonto de parte del público en general es exactamente lo que el financiero necesita para actuar sin trabas aun dentro de la democracia."

 

El evidente daño producido por la crisis financiera actual es resultado de la inaceptable creencia de los principios que rigen la actividad financiera. La orgía financiera es un pecado que será pagado por toda la sociedad.