Daños irreversibles del hambre (El Financiero 28/06/10)

Daños irreversibles del hambre (El Financiero 28/06/10)

Araceli Damián*

Lunes, 28 de junio de 2010

Según datos del Banco Mundial, mil 300 millones de personas viven cada una con menos de un dólar con 25 centavos al día. Esta población representa alrededor de 20 por ciento del total mundial, mismo porcentaje que, de acuerdo con el historiador económico Fogel, vagabundeaba hambrienta pidiendo limosna en las ciudades de Inglaterra y Francia durante el siglo XVIII.

 

En su reciente conferencia en el Brooks World Poverty Institute, de la Universidad de Manchester, Inglaterra, el distinguido economista Partha Dasgupta se pregunta, por un lado, si existe un núcleo duro de pobreza que es imposible eliminar, y por otro, cómo explicamos su persistencia a pesar del sorprendente crecimiento económico ocurrido durante los últimos dos siglos.

 

Para Dasgupta, la mayor parte de la bibliografía sobre pobreza ofrece descripciones acerca de las condiciones en que viven quienes la padecen, pero éstas son de poca utilidad para implantar políticas que tengan mejores resultados que los obtenidos con los programas actuales de lucha contra la pobreza.

 

El escaso resultado de estas políticas ha llevado a un creciente interés por explicar lo que se llama la desigualdad horizontal, es decir que se obtienen resultados diferentes en poblaciones aparentemente iguales; surge entonces la pregunta de cómo explicamos que unos pobres salgan de la pobreza mientras que otros se mantienen en ella con la misma política o las mismas circunstancias.

 

Dasgupta dice que parte de la respuesta se encuentra en las características fisiológicas de los individuos. Si bien se sabe que los daños ocasionados por la desnutrición y las enfermedades asociadas a ésta son en ocasiones irreparables, los hacedores de política siguen suponiendo que es posible elevar la calidad del "capital humano" con complementos nutricionales, escuelas, etcétera.

 

Uno de los principales problemas de esta visión es que ignoran dos hechos fundamentales que han sido demostrados por recientes estudios. El primero es que la formación del "capital humano" depende de características que están dadas desde antes del nacimiento. La salud de las madres determina el tipo de información que se transmite a los genes del bebé. Una madre desnutrida les transmitirá información sobre las dificultades para conseguir alimento y, por tanto, los genes quedan "programados" para hacer un consumo más eficiente de los nutrientes. Ante esta programación, un "exceso" de nutrientes puede tener resultados desastrosos para su salud.

 

El segundo hecho que los hacedores de política ignoran es que, al requerir el cuerpo humano entre 65 y 80 por ciento de la energía diaria que consume para llevar a cabo las funciones de "mantenimiento" físico o tasa metabólica basal (que comprende actividades básicas del cuerpo humano, como la actividad cerebral, la circulación de la sangre, la reparación y reemplazo de células, la digestión, etcétera), casi todo lo que se consume es para realizar estas actividades "complementarias" y que el resto de la energía se utiliza para caminar, hablar, leer, etcétera. Por ello es fundamental mantener un nivel de ingesta que cubra estos requerimientos desde la gestación y niñez. Para resaltar la importancia de satisfacer los requerimientos para mantener la tasa metabólica basal, Dasgupta compara el no tenerlos con un cuarto a medio construir cuya utilidad práctica es nula.

 

Los daños producidos durante la niñez por la falta del consumo energético para mantener una tasa metabólica basal adecuada son enormes y los remedios tardíos pueden causar daños a la salud igualmente graves. Quienes no satisfacen dichos requerimientos tienden a tener una deficiente plasticidad, es decir la capacidad que tienen las células o los organismos para adaptarse a los cambios en el medioambiente.

 

Por tal razón, como se ha encontrado en algunas investigaciones recientes, los complementos alimenticios de programas sociales pueden provocar reacciones diabéticas en niños que no están acostumbrados a recibir ingestas elevadas de carbohidratos y azúcares incluidos en éstos. De igual forma, si consumen cantidades más altas de grasa, que las que su cuerpo puede procesar, presentan problemas de obesidad aun con cantidades que para el promedio de la población parecen normales.

 

Para Dasgupta, la construcción de escuelas (o condicionar la ayuda a la asistencia de niños a éstas, como se hace en el Oportunidades) tiene resultados poco alentadores en términos del aprovechamiento de los menores que padecen problemas cognitivos irreversibles.

 

De acuerdo con Partha Dasgupta, para salir de la trampa de la pobreza es necesario entender que las posibilidades para que los individuos salgan de ella dependen de factores que se fijan desde la concepción (salud materna) y de los que se viven durante los primeros años de vida. Ingestas energéticas menores a las requeridas no garantizan el funcionamiento metabólico y dañan irreversiblemente a los individuos.

 

La consecuencia más importante del planteamiento de Dasgupta es que es muy costoso, si no imposible, revertir las consecuencias de los que se pierde en el individuo en situaciones de pobreza extrema en las etapas iniciales de la vida. Cualquier política que busque solucionar este problema debe asegurar que los individuos reciban suficiente (y adecuado) alimento desde el momento de ser concebidos. Esto supone un estado que garantice una vida digna para todos, que no se logra mediante programas como el Oportunidades.